jueves, 16 de junio de 2016

Recuperando un juego tradicional: el Filotxo

         No es ningún disparate pensar que los juegos infantiles sean parodias de antiguas costumbres o remedos de conductas reales o imaginarias del pueblo. Muchos de los juegos infantiles vascos que se conocen nos han llegado desprovistos de su contenido original y, por lo tanto, su interpretación se nos escapa. Como dice Barandiaran: “Está probado que en muchos de los juegos infantiles palpita el espíritu de generaciones que pasaron, y se descubren huellas de antiguas creencias y reminiscencias de cultos desaparecidos”.
            Lo que sí podemos afirmar acerca de los juegos infantiles es que todos están condicionados por el clima, la posición social y las costumbres. Así, hay juegos infantiles en los que solamente participan las niñas, otros que son propios de niños y una mayoría en que ambos participan indistintamente. Hay algunos juegos que son comunes a distintas zonas y otros que se practican solamente en fechas determinadas. Hay juegos que son muy elaborados y otros extremadamente sencillos. Y por último, hay juegos que se nos presentan como originales y otros como variantes locales de otros juegos mucho más extendidos. De todos estos, el filotxo abarca todos los extremos mencionados.
            En efecto, el filotxo es la variante local alavesa de un juego perteneciente a una familia de juegos infantiles diseminada por toda la península ibérica. A pesar de sus múltiples nombres y variantes (Pita, Pitoña, Billarda, Villarda, Bilarda, Bigarda, Billa, Estornela, Marro, Pic i Pala, Bólit, Chirumba, Escampilla, Toña, Mocho, Tala, Talita, Lirio, etc), todas tienen en común los mismos materiales.
Filotxo y palo
           Para jugar solamente se necesita un palo pequeño de unos 20 cm. de largo y afilado en ambos extremos (el filotxo), y otro palo más largo (de hasta un metro).
            En casi todas partes el juego era practicado por los niños y a veces por las niñas. En cambio, la variante de la Pita la practicaban las niñas con la ocasional participación de un varón. Lo mismo ocurría en Alava con el Ganbotxo (que se practicaba en Heredia), con la salvedad de que lo practicaban las mujeres en general y solamente durante la Cuaresma, en un terreno desnivelado cercano a la ermita de San Bartolomé.
            El Filotxo, en cambio, según se lo practicaba en la zona alavesa de Manzanos era practicado exclusivamente por las niñas y era un juego infantil que se practicaba todo el año. Según nos cuentan Guadalupe y Juliana Martínez Gamarra, las participantes se dividían en dos grupos. Una de las chicas tomaba una pieza de madera verde de unos veinte a veinticinco centímetros de largo y con los extremos aguzados (el filotxo), y un palo de unos cincuenta centímetros, con uno de los extremos algo desbastado, para asirlo cómodamente. La acción consistía en tomar el palo con una mano y el filotxo con la otra, lanzar el filotxo al aire y con el palo golpearlo para lanzárlo lo más lejos posible. Las participantes del bando contrario a la lanzadora debían atrapar el filotxo en el aire valiéndose de sus delantales. La que atrapaba el filotxo sustituía a la que lo había lanzado.
            La distancia entre el lanzamiento y la recogida del filotxo la medían por medio del palo (tres palos equivalía a un punto). El bando o equipo que más puntos lograba ganaba el juego y se hacía con el premio: caramelos, etc.

No hay comentarios:

Publicar un comentario